PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (MARXISTA LENINISTA)
Este 23 de Julio se celebran
Elecciones Generales. Su convocatoria es la consecuencia de la derrota de las
fuerzas del Gobierno de Coalición en las pasadas elecciones municipales y
autonómicas de Mayo.
La primera cuestión que debemos tener
en cuenta es que el principal problema que enfrenta la mayoría trabajadora en
nuestro país es el de ser capaz de organizar sus fuerzas y aclarar su objetivo
político para que no sean otros intereses de clase los que determinen su
futuro. Por lo tanto, el resultado de esas elecciones, sea cual sea, no va a
dar solución a ese problema que enfrenta el movimiento obrero y popular, aunque
tampoco es indiferente que la derecha neofranquista pueda disponer de esa
institución central del Estado monárquico para reforzar la aplicación de sus
planes políticos.
Con la llegada del
oportunismo ciudadanista (Podemos y sus confluencias) en 2014 se consumó un
proceso de degradación ideológica del PCE que ya había aceptado la imposición
del régimen monárquico que condiciona la vida política desde entonces. La
aparición de Podemos despertó una ilusión que a la larga ha sido demoledora, y
dio paso a las instituciones a sectores de la pequeña burguesía que compartían
la misma visión reformista que la izquierda institucional; pero, además, acabó
con la lucha que en ese momento crecía rápidamente y necesitaba más unidad y
dirección, la desvió de la calle hacia la política institucional y, en lugar de
unir, separó los objetivos por los que luchaba el movimiento popular.
Si algo ha demostrado la experiencia del Gobierno de coalición, que a
sí mismo se ha dado el pomposo título de “más progresista de la historia”, es
que no ha podido, ni querido, cambiar en nada la correlación de fuerzas del
Estado, controlado hoy, como cuando se pactó la transición sin ruptura, por el
gran capital y los sectores políticamente más reaccionarios; ni ha querido
ayudar a las masas a organizar su defensa frente al constante ataque a sus
intereses y derechos conquistados; los representantes del gobierno han
demostrado siempre hacia la gente el desdén político propio de la burguesía.
Los comunistas no somos contrarios a
participar en las elecciones burguesas; para los comunistas, el trabajo en el
parlamento del Estado liberal solo es un medio para la denuncia del régimen
monárquico y de los gobiernos y partidos que lo sustentan, y para acercar a las
masas a las posiciones revolucionarias de ruptura con el marco monárquico
continuista. Ahora bien, en una situación como la actual, presentarnos sería
contribuir a la confusión con candidaturas que no son la expresión de un
verdadero movimiento popular ni
responden a la necesidad de orientarlo.
En estas elecciones no hay listas de
unidad popular con un programa que
contenga las principales demandas políticas del proletariado y de las masas
populares; aún no existe un frente unido que represente o exprese esas necesidades.
De haberlas, no hubiéramos dudado en apoyarlas manteniendo nuestra identidad e
independencia política e ideológica como comunistas.
En estas circunstancias, a pesar de la
traición del revisionismo, sigue habiendo un sector importante del movimiento
popular, mayor aún entre los más activos, que aunque empiezan a comprender qué
está pasando, seguirá apoyando electoralmente a las fuerzas institucionales que
les han decepcionado, para no reforzar a la vieja derecha reaccionaria y evitar
que su victoria demoledora este 23 de julio pueda poner en sus manos el
Gobierno para cerrar el control absoluto sobre todos los instrumentos del
Estado; una vieja derecha y otra “nueva”, que los poderes del estado (junto con
los principales medios de comunicación a su servicio) impulsan cada vez con mayor
descaro; una derecha que es particularmente peligrosa porque se ampara en un
falso “obrerismo” formal pero promueve un nacionalismo agresivo y una actitud
xenófoba que busca desviar la lucha de clases entre capitalistas y trabajadores
hacia un enfrentamiento entre los diversos sectores de las masas populares.
Pero también hay una parte importante
de los sectores más lúcidos del proletariado y del movimiento popular que
considera necesario abstenerse para no dar su voto a candidaturas que defienden
al régimen político de la dictadura burguesa desde posiciones de centro-derecha
y centro-izquierda conservadora y antiobrera; ni a las candidaturas de los
oportunistas y falsos comunistas, igualmente valedores del régimen y
corresponsables, por tanto, de las derrotas
y la miseria de la clase obrera y de las masas populares.
Ahora, lo nuevo, es que el revisionismo
del PCE y el oportunismo político que representa Podemos, que llevaban décadas
con la monserga de que era necesario llegar al gobierno para cambiar las cosas
y no era preciso acabar con el régimen monárquico, han demostrado con su paso
por el gobierno, la vacuidad de esa política. Se trata de recuperar el tiempo
perdido en la lucha, en la calle; no es aún el momento de zanjar cuentas con el
reformismo en las urnas, porque no existe una alternativa que pueda llevar al
Parlamento la voz de un frente popular que aún está por construir.
Amplios sectores de las clases
populares, incluida una parte de la burguesía democrática hasta ahora ligada a
las tesis oportunistas, que esperaban un cambio en lugar del desengaño y la
frustración provocados por el Gobierno de coalición, buscan una salida que
intuyen acertadamente que únicamente puede encontrarse en la ruptura
democrática con el régimen; una salida que solo llegará si somos capaces de
organizar unidos una lucha que en los próximos meses va a ser aún más dura
porque la derecha se ha reforzado y los intereses del campo popular siguen
representados por fuerzas reformistas; algo que solo va a cambiar si los sectores
que hasta ahora han cedido su representación política y quienes se han limitado
a expresar su frustración, dan el paso para trabajar activamente organizando la
oposición al sistema, unidos en torno a un objetivo común: acabar con el
corrupto régimen monárquico, que reconoce derechos formales pero ha levantado
un muro insalvable que impide a la mayoría trabajadora ejercerlos.
Ese cambio ya estaba en ciernes, como
se ha visto en las grandes movilizaciones en defensa de la sanidad y las
pensiones públicas; y debemos evitar que esa tensión política, esa rabia de
clase, se transforme en más frustración, en lugar de claridad para la lucha. La
tarea es superar la confusión y dispersión actuales para acercar a la gente
entre sí, definir los objetivos y avanzar hacia la organización de la lucha,
sin tutelas de instituciones inútiles. No va a ser fácil porque enfrente
tenemos un Estado que se prepara para endurecer su política y seguir avanzando
en la liquidación de los derechos que hemos conquistado, y porque sigue
existiendo una gran confusión que, como dijera Gramsci, favorece el surgimiento
de monstruos políticos. Pero se ha avanzado en esa dirección y esta cita
electoral, si todos estamos a la altura de nuestra responsabilidad, no va a
pararnos.
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