domingo, 23 de julio de 2023

Comunicado del PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (MARXISTA-LENINISTA) Sobre las Elecciones Generales del 23 de Julio

 


PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA           (MARXISTA LENINISTA)

         Este 23 de Julio se celebran Elecciones Generales. Su convocatoria es la consecuencia de la derrota de las fuerzas del Gobierno de Coalición en las pasadas elecciones municipales y autonómicas de Mayo.

         La primera cuestión que debemos tener en cuenta es que el principal problema que enfrenta la mayoría trabajadora en nuestro país es el de ser capaz de organizar sus fuerzas y aclarar su objetivo político para que no sean otros intereses de clase los que determinen su futuro. Por lo tanto, el resultado de esas elecciones, sea cual sea, no va a dar solución a ese problema que enfrenta el movimiento obrero y popular, aunque tampoco es indiferente que la derecha neofranquista pueda disponer de esa institución central del Estado monárquico para reforzar la aplicación de sus planes políticos.

         Con la llegada del oportunismo ciudadanista (Podemos y sus confluencias) en 2014 se consumó un proceso de degradación ideológica del PCE que ya había aceptado la imposición del régimen monárquico que condiciona la vida política desde entonces. La aparición de Podemos despertó una ilusión que a la larga ha sido demoledora, y dio paso a las instituciones a sectores de la pequeña burguesía que compartían la misma visión reformista que la izquierda institucional; pero, además, acabó con la lucha que en ese momento crecía rápidamente y necesitaba más unidad y dirección, la desvió de la calle hacia la política institucional y, en lugar de unir, separó los objetivos por los que luchaba el movimiento popular.

         Si algo ha demostrado la experiencia del Gobierno de coalición, que a sí mismo se ha dado el pomposo título de “más progresista de la historia”, es que no ha podido, ni querido, cambiar en nada la correlación de fuerzas del Estado, controlado hoy, como cuando se pactó la transición sin ruptura, por el gran capital y los sectores políticamente más reaccionarios; ni ha querido ayudar a las masas a organizar su defensa frente al constante ataque a sus intereses y derechos conquistados; los representantes del gobierno han demostrado siempre hacia la gente el desdén político propio de la burguesía.

         Los comunistas no somos contrarios a participar en las elecciones burguesas; para los comunistas, el trabajo en el parlamento del Estado liberal solo es un medio para la denuncia del régimen monárquico y de los gobiernos y partidos que lo sustentan, y para acercar a las masas a las posiciones revolucionarias de ruptura con el marco monárquico continuista. Ahora bien, en una situación como la actual, presentarnos sería contribuir a la confusión con candidaturas que no son la expresión de un verdadero movimiento popular  ni responden a la necesidad de orientarlo.

         En estas elecciones no hay listas de unidad popular con  un programa que contenga las principales demandas políticas del proletariado y de las masas populares; aún no existe un frente unido que represente o exprese esas necesidades. De haberlas, no hubiéramos dudado en apoyarlas manteniendo nuestra identidad e independencia política e ideológica como comunistas.

         En estas circunstancias, a pesar de la traición del revisionismo, sigue habiendo un sector importante del movimiento popular, mayor aún entre los más activos, que aunque empiezan a comprender qué está pasando, seguirá apoyando electoralmente a las fuerzas institucionales que les han decepcionado, para no reforzar a la vieja derecha reaccionaria y evitar que su victoria demoledora este 23 de julio pueda poner en sus manos el Gobierno para cerrar el control absoluto sobre todos los instrumentos del Estado; una vieja derecha y otra “nueva”, que los poderes del estado (junto con los principales medios de comunicación a su servicio) impulsan cada vez con mayor descaro; una derecha que es particularmente peligrosa porque se ampara en un falso “obrerismo” formal pero promueve un nacionalismo agresivo y una actitud xenófoba que busca desviar la lucha de clases entre capitalistas y trabajadores hacia un enfrentamiento entre los diversos sectores de las masas populares.

         Pero también hay una parte importante de los sectores más lúcidos del proletariado y del movimiento popular que considera necesario abstenerse para no dar su voto a candidaturas que defienden al régimen político de la dictadura burguesa desde posiciones de centro-derecha y centro-izquierda conservadora y antiobrera; ni a las candidaturas de los oportunistas y falsos comunistas, igualmente valedores del régimen y corresponsables, por tanto,  de las derrotas y la miseria de la clase obrera y de las masas populares.

         Ahora, lo nuevo, es que el revisionismo del PCE y el oportunismo político que representa Podemos, que llevaban décadas con la monserga de que era necesario llegar al gobierno para cambiar las cosas y no era preciso acabar con el régimen monárquico, han demostrado con su paso por el gobierno, la vacuidad de esa política. Se trata de recuperar el tiempo perdido en la lucha, en la calle; no es aún el momento de zanjar cuentas con el reformismo en las urnas, porque no existe una alternativa que pueda llevar al Parlamento la voz de un frente popular que aún está por construir. 

         Amplios sectores de las clases populares, incluida una parte de la burguesía democrática hasta ahora ligada a las tesis oportunistas, que esperaban un cambio en lugar del desengaño y la frustración provocados por el Gobierno de coalición, buscan una salida que intuyen acertadamente que únicamente puede encontrarse en la ruptura democrática con el régimen; una salida que solo llegará si somos capaces de organizar unidos una lucha que en los próximos meses va a ser aún más dura porque la derecha se ha reforzado y los intereses del campo popular siguen representados por fuerzas reformistas; algo que solo va a cambiar si los sectores que hasta ahora han cedido su representación política y quienes se han limitado a expresar su frustración, dan el paso para trabajar activamente organizando la oposición al sistema, unidos en torno a un objetivo común: acabar con el corrupto régimen monárquico, que reconoce derechos formales pero ha levantado un muro insalvable que impide a la mayoría trabajadora ejercerlos.

         Ese cambio ya estaba en ciernes, como se ha visto en las grandes movilizaciones en defensa de la sanidad y las pensiones públicas; y debemos evitar que esa tensión política, esa rabia de clase, se transforme en más frustración, en lugar de claridad para la lucha. La tarea es superar la confusión y dispersión actuales para acercar a la gente entre sí, definir los objetivos y avanzar hacia la organización de la lucha, sin tutelas de instituciones inútiles. No va a ser fácil porque enfrente tenemos un Estado que se prepara para endurecer su política y seguir avanzando en la liquidación de los derechos que hemos conquistado, y porque sigue existiendo una gran confusión que, como dijera Gramsci, favorece el surgimiento de monstruos políticos. Pero se ha avanzado en esa dirección y esta cita electoral, si todos estamos a la altura de nuestra responsabilidad, no va a pararnos.

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